El tanatopractor impartirá un taller el próximo 21 de octubre, a las 10.30 horas, en Fórum Panasef; en él, hablará sobre extracciones tanto de tejido duro como de tejido blando.
Cuando le llega un cadáver, el tanatopractor Manuel Martín hace «muchísimo énfasis en la identificación, la desinfección, la higiene y el taponamiento sanitario para evitar que pierda algún líquido o que expulse cualquier tipo de agente patógeno de los pulmones». Indica que no hay un tiempo promedio ni una regla, que su trabajo siempre se amolda a cómo venga el cuerpo: «Nos podemos ir de un mínimo de 35 ó 40 minutos a muchas horas. Las reconstrucciones serían los casos más complejos: un arrollamiento ferroviario, una caída de nivel, un ataque por parte de animales … son casos muy complicados. Lo mismo ocurre con los embalsamamientos en los que se ha practicado una donación de órganos».
Tras «borrar, en la medida de lo posible, todo rastro o bien de muerte, de enfermedad o de proceso farmacológico», el siguiente paso es «restaurar a la persona tal y como era en vida»: «Por ejemplo, si tenía el hábito de hacerse la línea del ojo o de pintarse los labios de color rojo, nosotros lo reproducimos para que sus familiares puedan recordarle como era; también le podemos poner la ropa que sus seres queridos hayan escogido. Nos basamos bien en indicaciones de la familia o bien en fotografías que nos faciliten». En contraposición, el experto también habla de una práctica que los tanatopractores no deben hacer y que, sin embargo, aún no se ha conseguido erradicar del todo: «A muchos profesionales de la muerte les falla el concepto o la visión del fallecido, en el sentido de que, nos guste más o nos guste menos, una persona es como es y como tal hay que dejarla. Pero muchas veces se aplican cánones de belleza personales, lo cual es un problema».
Todo este esfuerzo tiene un objetivo claro: generar tranquilidad y un buen recuerdo en las personas que se despiden de un ser querido; tal y como expresa Martín, «ayudarlas un poco en ese momento más delicado», una actividad que define como esencial dentro de la sociedad, cuya visión de esta disciplina ha evolucionado en poco tiempo. «He visto un cambio bastante grande. Cuando inicié mi andadura profesional, hace 17 años, había mucho más tabú y desinterés por dedicarse a este gremio; en aquella época teníamos el concepto de desagrado. Ahora, la cosa ha cambiado bastante, se ha abierto, y hay un concepto más de curiosidad, incluso de sorpresa, cuando entendemos que alguien se dedica a esto. Está mucho más normalizado».
No obstante, cuando por cuestiones de trabajo ha recorrido otros países de Europa, e incluso del resto del mundo, el tanatapractor ha notado que «el tabú hacia la muerte es solamente español»: «En orden sería español, italiano y portugués, a mi juicio. No tiene ningún sentido, ya que nos acarrea problemas sociales graves, no se realizan despedidas ni duelos adecuados y eso pasa factura. Aquí tenemos la idea de pasar el trago cuanto antes, de hacer desparecer la situación lo más rápido posible. En otros lugares he encontrado un culto hacia la muerte completamente normal, se prepara el sepelio con días, se vela poco a poco, de forma que nos vamos haciendo la idea, le damos tiempo a la mente a que se adecúe a esa nueva realidad. No ocultan tanto el difunto como nosotros. Aquí aún queda mucho por normalizar». «Las puertas de los hospitales permanecen abiertas y todas las personas que pasan por las galerías se dedican a mirar a los enfermos y ellos les devuelven la mirada, pero, en el momento en que se produce un deceso, tenemos la necesidad de ocultarlo y esconderlo muchísimo. Hay una psicología muy fuerte en la arquitectura de los tanatorios: la forma en que el doliente entra en la sala de velación, la parte del cuerpo que se ve, la que no se ve. Es curioso», reflexiona Martín, que, además, agrega que el problema se arrastra desde más lejos, que esta estructura viene dada desde que la persona experimenta los últimos estertores. «Hay hospitales en los que está prohibido el acceso a niños menores de doce años, lo cual es absurdo, teniendo en cuenta la cantidad de pornografía salvaje y violencia explicita que hoy en día puede consumir un niño de esta edad a través de las consolas, las películas, internet…Y, sin embargo, no se puede despedir de su abuela en el hospital. A medio y largo plazo, esto le genera un tabú increíble».
Martín, que también es docente, impartirá un taller en Fórum Panasef el próximo 21 de octubre, a las 10.30 horas. Irá destinado tanto a profesionales como a personas para las que la tanatopraxia es una disciplina desconocida. En él, abarcará uno de los aspectos más desconocidos de la disciplina a la que ha dedicado su vida: las extracciones tanto de tejido duro como de tejido blando. «Hay mucho más aparte de los marcapasos, tenemos enucleación [extirpación completa] ocular para un trasplante de órganos, extracción de ADN, extracción de muestras para la identificación de enfermedades o para pruebas de paternidad […] En caso de que una persona lleve mucho tiempo fallecida, podemos realizar extracciones con fines de identificación, a través del hueso duro», concluye el experto.