No existe una fórmula exacta que determine cuál es la mejor manera de realizar acompañamiento en el duelo.
Cada uno de nosotros intentamos acompañar como sabemos, como podemos y como somos, con la mejor intención. Sin embargo, sabemos que, en ocasiones, un comentario, un gesto, un consejo rápido, una comparación, una instrucción repetitiva o que nos obliguen a hacer algo para lo que no estamos preparados, genera en el estado físico y emocional de la persona doliente el efecto contrario del que pretendemos al querer reconfortar.
Las habilidades que consideramos muy importantes, sin agotar las posibilidades, puesto que cada persona manifiesta un repertorio amplio de recursos aprendidos y consolidados a lo largo de su experiencia, son de gran utilidad para estar cerca del doliente.
Acompañamiento al duelo: ¿qué habilidades debo tener?
Estas son algunas que podemos aplicar:
Capacidad de comunicación
La comunicación es el producto que construimos conjuntamente cuando interaccionamos de verdad con otra persona.
Creamos un ambiente facilitador para conversar, para compartir silencios, para mirarnos, escucharnos, tocarnos, sonreír o llorar.
En definitiva, para que las personas implicadas nos sintamos cerca en estos instantes difíciles del duelo.
Para acompañar emocionalmente a un familiar o a una amistad de confianza, lo primero que tenemos que hacer es preguntarle si podemos estar a su lado.
No tenemos que anticiparnos a las necesidades de la persona doliente, hay que contar siempre con ella para proponerle cualquier cosa.
Ser empáticos
En el caso de que nos diga que en este momento quiere estar sola, hay que respetarlo sin juzgar esta decisión y sin que nos moleste, porque puede ser frecuente que quiera permanecer sola a ratos.
Si nos permite estar a su lado, es el momento de preguntarle si necesita algo y, si es así, procurárselo.
Saber escuchar
Por lo general, la persona doliente necesitará hablar y desahogarse o permanecer en silencio a veces.
Es muy importante, entonces, escuchar con atención y desde la serenidad, para facilitar la expresión clara de sus preocupaciones y sentimientos.
De esta manera le ayudamos a aceptar la realidad de lo que está aconteciendo y a aprender a vivir sin la persona querida.
Le damos señales de escucha cuando hacemos murmullos de aprobación, cuando completamos alguna de sus frases, cuando hacemos preguntas breves interesándonos por lo que necesita y, sobre todo, sin interrumpir.
Mostrar un lenguaje corporal adecuado
En los momentos de la expresión de sus emociones, no es necesario hablar, sino tener un leve contacto físico, cogerle de la mano, del brazo.
Otra habilidad imprescindible es la expresión facial, adaptada a la situación.
Le informamos permanentemente a nuestro interlocutor de que estamos recibiendo y comprendiendo el mensaje de dolor y preocupación que nos transmite.
También tenemos que dar mucha importancia al contacto ocular, mirar a los ojos significa que le estamos atendiendo e interesándonos desde la cercanía.
Volumen de la voz oportuno
Hay que hablarle con un tono de voz sereno, perfectamente audible, pero sin alzar la voz.
Es un momento que necesita tranquilidad y podemos contribuir a ello simplemente hablándole despacio, y recordando que hay que escuchar más y hablar menos.
La utilización de estas habilidades de comunicación sencillas, pero eficaces, nos va a permitir adquirir una forma de estar con el otro.
La empatía, que no es otra cosa que comprender la situación emocional por la que está pasando la persona doliente y expresárselo.
No es necesario estar de acuerdo con lo que dice o hace la persona a la que estamos acompañando, no hay que juzgar, simplemente comprender: “Comprendo que te sientas así…”.
Apoyo continuo para superar el duelo
Acompañar al doliente en los primeros días después del fallecimiento de su ser querido es muy importante para facilitarle el bienestar físico y el desahogo emocional, pero nuestra presencia no debe terminar ahí.
Vienen días difíciles, seguramente habrá que realizar diversos trámites y gestiones que tienen que ver con bancos, seguridad social, notario, etc., y ello coincide además con el momento en que el doliente echa mucho de menos al fallecido, y está asimilando la pérdida.
Por eso, es necesario seguir acompañándolo presencial y telefónicamente o mediante cualquier tecnología, para estar muy atento a sus necesidades, y que nos sienta cerca.